viernes, 22 de enero de 2010

JESUS LEZAUN PETRINA


Arizala (Navarra), 4 de septiembre de 1925. En su familia varios hermanos escogieron la formación religiosa. Estudió en el Seminario de Pamplona y obtuvo el doctorado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma, así como la licenciatura en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra. Se ordenó en Roma, el 19 de marzo de 1948. Después de ejercer algún tiempo como párroco en pueblos como Muez o Riezu, impartió Teología Dogmática en el Seminario de Pamplona durante 45 años, de 1955 hasta 1990, año en que se jubiló. De este centro diocesano fue rector entre 1965 y 1967. Fue destituido como rector por el entonces obispo Delgado Gómez por discrepancias en aquellos momentos con la jerarquía religiosa. Fue sustituido por Javier Osés. Formó parte de la generación de religiosos navarros que rompieron con las estructuras políticas y religiosas del franquismo. Durante 40 años vivió, junto a los también sacerdotes Martín Azpíroz y Juan Apezetxea, en la Residencia de las Oblatas, y colaboró en las tareas de la capellanía de la residencia y en la parroquia de El Salvador (Rochapea de Pamplona), donde también coincidió con Patxi Larraintzar. Fue un sacerdote comprometido que destacó por sus posicionamientos a favor de los empobrecidos, de la autodeterminación del pueblo vasco y de un modelo de Iglesia diferente al dominante actualmente. Recientemente buena parte de sus reflexiones sociales y teológicas se recogieron en un libro: «La afonía de Ezequiel”. De él opinaron que "Su trayectoria coincide con la del profeta Ezequiel, líder carismático, creyente, amigo del pueblo y crítico mordaz frente a la decadencia moral y arrogancia del poder". Alguna personalidad Navarra sobre él opinó que “destacó frente a viento y marea, continuó mostrando su condición de teólogo atípico, cuyo instrumento exclusivo ha sido la palabra. Ha sido uno de los referentes éticos, religiosos y hasta políticos más importantes de Nafarroa. Formó parte de una generación de religiosos navarros que rompieron con las estructuras políticas y religiosas del franquismo y de sus continuadores, ofreciendo un nuevo compromiso cristiano. Por eso, su figura ha sido relegada, y su voz, silenciada”. Los años no aplacaron sus ánimos, sino más bien al contrario. En la década pasada mantuvo sonoras polémicas públicas por sus críticas al polémico arzobispo de Iruñea Fernando Sebastián, y en los últimos meses ha censurado sin tapujos la campaña de la Iglesia para apropiarse por la vía de los hechos de cientos de templos navarros. En política, hace unos meses explicaba que «sigo teniendo las mismas ideas”. Fue uno de los 300 sacerdotes vascos que reivindicaron el derecho de autodeterminación ante el Gobierno de Aznar en 2002. La justicia y los derechos de Euskal Herria fueron sus guías de actuación; la solución al conflicto, una preocupación permanente que se tornó en obsesión declarada en sus últimos años. En octubre de 2007 formó parte de un grupo de sacerdotes y teólogos que cuestionaban la financiación de la Iglesia por parte del Estado y propugnaba que fuera mantenida por los propios fieles. Se fue fiel a sus costumbres: la lectura de prensa, la partida de mus, el rosario y, sobre todo, la tertulia, porque los 84 años de edad no le habían apagado un ápice las ganas de saber, de debatir, de polemizar si hacía falta. Falleció, a consecuencia de un infarto, en la Residencia Sacerdotal del Buen Pastor, de Pamplona, en la que residía desde hacía 4 años, el 15 de enero de 2010.

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